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Si pica, rasca

SECUNDARIA

Se miró en el grande espejo y, al ver su imagen reflejada en él, se quejó:
-¡Soy muy pequeño! ¡Maldita sea! ¿Quién va a querer a un geniecillo que no le llega ni a la suela del zapato, literalmente? La gente cuando invoca a un genio se imagina un ser espectral, llamativo y majestuoso… Y entonces… y entonces aparezco yo. ¡Qué desgracia! Si hubiera hecho más caso a los Petit Suise…
Y en ese mismo instante, por fortuna (o por desgracia) del destino, pasó una bicicleta de aquellas patrocinadoras que anunciaban a voz en grito:
-¡Atención, atención! Ya ha llegado el famoso kuwaití, el mago de los magos. Acérquense a visitarlo y solucionen TODOS sus problemas.
Al geniecillo se le iluminó el rostro. Esa misma tarde fue a la consulta de aquel maravilloso “mago que soluciona TODOS tus problemas”. Le recibió un hombre calvo y sin dientes, pero con muy buena vista: no le costó ningún esfuerzo
averiguar dónde encontraba aquel hombrecito tamaño hormiga.
-Buena vista, señor –dijo-. Soy Geniecillus. Tenía hora. –El hombre se rió entre dientes.
-Soy ciego, pero, como has podido comprobar, tengo mejor vista que otros que no se encuentran en mi estado. Pasa, te estaba esperando. –Entraron entonces en una sala blanca, totalmente blanca. –Soy el kuwaití y conozco tu problema. Como también conozco la solución: migajas.
-¿Migajas? –se sorprendió- ¡Pero si algunas hasta son más grandes que yo!
-Cómete estas seis migajas y crecerás –respondió implacable.
-¿Funciona?
-Si no lo pruebas, no lo sabrás.
Geniecillos alcanzó con ímpetu la primera migaja, se abalanzó sobre ella y empezó a morder, y así con la segunda, la tercera, la cuarta y, con mucho esfuerzo, la quinta. La sexta fue un poco más difícil: al abalanzarse sobre ella, esta salió impulsada por la ventana. Desde allí el geniecillo pudo observar cómo un estegosaurio que volaba por las nubes capturaba su preciosa sexta migaja, su salvación, su esperanza. Con la ayuda de una cuchara que utilizó como catapulta, despegó al rescate de esa sexta en menos de lo que canta un gallo. Impactó contra el estegosaurio y este, al notar un picorcillo en la espalda, se rascó insistentemente. El pobre geniecillo nunca había sido muy amigo del número seis. NUNCA.
Edurne Sanz
2n d’ESO


bea palomares
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